
En una sociedad en la que básicamente predomina la producción en serie y la masificación de productos, lo artesanal se asocia a lo original, exclusivo y hecho a mano. En contraposición a los productos realizados en serie, lo interesante de una pieza artesanal es su vinculación con el territorio, el arte y la cultura.
Los conocimientos en torno a los oficios artesanales se transmiten de manera informal; el artesano aprende el oficio por transmisión directa o indirecta, enseñanza familiar u observación. En el caso de las frazadas tradicionales de Chiloé, las maestras tejedoras en la mayoría de los casos heredaron el oficio de sus madres, tías o abuelas.
Dentro del universo textil de las frazadas chilotas se tiene registro de su confección desde hace más de doscientos años, tradición que pervive hasta hoy. Encontramos patrones comunes, la similitud de las materias primas usadas, la paleta cromática, los diseños florales, pero quizás uno de los elementos destacables es el aporte estético que se suma al valor utilitario.
Es relevante salvaguardar la inmensa sabiduría que atesoran las maestras tejedoras de la Isla de Chiloé, especialmente en la confección de frazadas con flores, que ya casi no se tejen. Considerando que es de importancia reforzar la identidad cultural de los pueblos, comunidades y regiones, se debe poner el empeño en que esta tradición textil no se extinga. No debe entenderse el patrimonio como algo del pasado, sino que es necesario incorporarlo al presente y proyectarlo al futuro.
Podemos atisbar una posible vía de supervivencia de este producto: el registro, la exhibición y la difusión, acciones que permitirán sean valoradas y cuidadas por sus dueños, coleccionistas particulares, instituciones y museos.
Nos quedamos con la esperanza que la recuperación histórica y cultural apoye la supervivencia de las frazadas con flores de Chiloé. Visibilizar y revalorar el pasado para hacerlo presente.