Arquitectura textil

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Kelgwo de Ofelia Galindo, Quemchi. Julio 2016.

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El territorio, entendido como un conjunto de condiciones naturales que determinan un suelo, propician o predisponen cierto tipo de actividades u oficios para quienes lo habitan. Las variaciones climáticas y la topografía son factores que configuran una diferenciación, una identidad. Dentro de estos oficios destaca la arquitectura del Archipiélago, que pasa a ser un elemento constructivo característico, singular y reconocible que vincula la tierra y el mar.

Esta arquitectura exterior, que nace como una necesidad de habitar, alberga otra arquitectura, una interior, que cumple la misma función, la de cobijar. Las vigas estructurales con que se construían las casas cumplieron una doble utilidad; sirvieron muchas veces también como travesaños para la construcción del telar, el telar de vigas.

El telar es la herramienta de construcción en la que se elaboran productos textiles. Urdimbres y tramas conforman un espacio de tejido y de creación cotidiana, generalmente solitario, para las mujeres tejedoras de Chiloé.

La frazada como proyecto de construcción textil es una forma de arquitectura íntima. Estas piezas incorporan en su confección técnicas de tejido complejas, en las que se utiliza como ornamentación patrones constructivos que se repiten o modifican dentro del formato rectangular, dispuesto con un sentido generalmente de verticalidad.

Los diseños florales característicos de las frazadas chilotas, realizados en técnica de brocado y pelo, no solo añaden el color, sino además textura y relieve a la superficie del tejido, logrando un sentido de espacialidad equilibrada.

Las frazadas narran una historia, revelan su herencia cultural y su vinculación con el territorio. Este relato textil crea un sentido de pertenencia no solo del lugar que se habita, sino también del oficio que se ejerce, para reconocerse como chilota y también como tejedora.

Verónica Selamé Marchant